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Tratamiento de la ansiedad desde la terapia conductual: Estrategias con respaldo empírico

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    IFOTEC - Formación psicológica
  • 6 ago
  • 3 Min. de lectura
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La ansiedad es uno de los motivos de consulta más frecuentes en la práctica clínica. Afortunadamente, desde la perspectiva conductual contamos con estrategias sólidas, fundamentadas en décadas de investigación, que permiten abordar este problema de manera eficaz.

En este artículo, te presentamos tres de las principales herramientas conductuales utilizadas en el tratamiento de la ansiedad: la exposición, la activación conductual y el entrenamiento en habilidades. Además, incluimos evidencia científica actualizada que respalda su efectividad.


¿Por qué la perspectiva conductual?

La terapia de conducta se basa en el análisis funcional del comportamiento y en principios del aprendizaje. A diferencia de otros enfoques más centrados en el contenido cognitivo, los procedimientos conductuales se enfocan en lo que la persona hace, evita o mantiene, y en cómo estas conductas son reforzadas por su entorno.

Este enfoque permite intervenciones precisas, observables y medibles, lo cual resulta especialmente útil al tratar trastornos de ansiedad, que suelen estar marcados por patrones evitativos, respuestas fisiológicas desadaptativas y pérdida de contacto con actividades reforzantes.


1. Terapia de exposición: enfrentando el miedo con método

La exposición consiste en que el paciente enfrente de forma progresiva y sistemática aquellos estímulos que teme o evita, con el objetivo de reducir la ansiedad a largo plazo y romper los patrones de evitación.


Evidencia:

  • La exposición es considerada tratamiento de elección en fobias específicas, trastorno de pánico, TOC, trastorno de ansiedad social y TEPT.

  • Una revisión sistemática del National Institute for Health and Care Excellence (NICE) encontró que los tratamientos basados en exposición son igual o más eficaces que los enfoques cognitivos en la mayoría de trastornos de ansiedad (Hofmann & Smits, 2008).

  • En niños y adolescentes, un estudio encontró que el 91 % de los tratamientos exitosos de ansiedad incluían exposición (Peris et al., 2020).


Formas de exposición:

  • En vivo: enfrentarse directamente al estímulo temido (por ejemplo, hablar en público).

  • Imaginaria: recrear mentalmente la situación ansiógena.

  • Interoceptiva: inducir sensaciones físicas temidas (por ejemplo, hiperventilación) en el tratamiento del pánico.

  • Con realidad virtual (VRET): útil en ansiedad social y fobias.

La clave no es solo exponerse, sino hacerlo de manera planificada y repetida, hasta que disminuya el malestar y se reemplacen las respuestas evitativas por nuevas formas de afrontamiento.

2. Activación conductual: salir del ciclo de la evitación


La activación conductual (AC) busca contrarrestar la inactividad, el retraimiento y la pérdida de contacto con actividades significativas. Aunque originalmente diseñada para la depresión, la AC es útil en casos de ansiedad cuando los pacientes dejan de hacer cosas por miedo, anticipación negativa o malestar emocional.


Evidencia:

  • Estudios como el de Lejuez et al. (2001) han demostrado su eficacia en la reducción del malestar emocional relacionado con la evitación.

  • También se ha observado mejoría en síntomas de ansiedad en personas con dolor crónico, fibromialgia y ansiedad generalizada.


Componentes clave:

  • Registro de actividades diarias.

  • Identificación de valores y actividades significativas.

  • Programación de conductas agradables o importantes.

  • Evaluación del impacto emocional de dichas actividades.

Activarse no es solo "hacer cosas", sino reconectar con aquello que da sentido, incluso si al principio genera ansiedad.

3. Entrenamiento en habilidades: herramientas para el manejo del malestar


Muchas personas con ansiedad carecen de habilidades concretas para lidiar con sus emociones, pensamientos y situaciones sociales. El entrenamiento conductual enseña habilidades específicas que pueden incluir:


Habilidades comunes:

  • Técnicas de respiración y relajación (como la relajación muscular progresiva).

  • Manejo de pensamientos ansiosos mediante autorregistros.

  • Habilidades sociales y de comunicación asertiva.

  • Tolerancia al malestar y habilidades de afrontamiento.


Evidencia:

  • Estas habilidades forman parte integral de programas como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), ampliamente validada por metaanálisis (Cuijpers et al., 2016).

  • También se integran en tratamientos como la Terapia Dialéctica Conductual (Linehan, 1993) y la Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes et al., 1999).

Enseñar habilidades es más que brindar “tips”: se trata de crear repertorios conductuales nuevos, que compitan con la ansiedad y reduzcan su impacto.

Las estrategias conductuales no solo son eficaces, sino también adaptables a distintas poblaciones y contextos. En el tratamiento de la ansiedad, permiten:


  • Disminuir el miedo y evitar la cronicidad.

  • Promover una vida más activa y significativa.

  • Enseñar formas concretas de lidiar con el malestar.


Como psicólogos clínicos, contar con herramientas basadas en la evidencia es esencial. La exposición, la activación conductual y el entrenamiento en habilidades son tres pilares que puedes integrar en tu práctica desde un enfoque riguroso, empático y efectivo.


Referencias:


  • Hofmann, S. G., & Smits, J. A. (2008). Cognitive-behavioral therapy for adult anxiety disorders: a meta-analysis of randomized placebo-controlled trials.

  • Cuijpers, P. et al. (2016). The effects of cognitive behavior therapy for adult depression are probably overestimated: A meta-analysis.

  • Peris, T. S., et al. (2020). Exposure in child anxiety treatment: A review and synthesis.

  • Lejuez, C. W. et al. (2001). Behavioral Activation Treatment for Depression: Procedures, Principles, and Progress.

 
 
 

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